Publicado en Evaristo Cultural el 16 de noviembre de 2015

Fue uno de los desastres naturales más devastadores que se recuerden. Aquel 23 de agosto de 2005 el huracán Katrina llegó para dejar su nombre marcado a fuego en la historia, y jamás poder ser olvidado. Tras pasearse por Cuba antes de trasladarse hacia el sur de Florida, Mississippi, y otros estados estadounidenses, llegando incluso hasta Canadá, sus vientos encolerizados terminaron haciendo el mayor de los impactos en New Orleans, Louisiana donde, tras fallar el sistema municipal de los diques de contención (considerado el mayor desastre de la ingeniería civil de la historia de los Estados Unidos, y que devino hasta en una demanda contra el Cuerpo de Ingenieros del Ejército del país), dejó a una de las ciudades más multiculturales del mundo hecha pedazos. Casi la totalidad de la población de New Orleans debió ser evacuada, mientras que los miles que no pudieron hacerlo, o que no llegaron a tiempo para adelantarse a las inclemencias del tiempo, terminaron siendo alojados en el inmenso Superdome, el histórico centro deportivo y de exhibiciones de la ciudad, y cuyas postales desoladas recorrieron el mundo hasta terminado el período de alerta, en paralelo a la reconstrucción de una buena parte de la ciudad más grande del estado sureño. Entre las personas que vieron como las aguas desbordadas del río Mississippi se llevaban sus casas estaba el músico, arreglador e intérprete Allen Toussaint, símbolo indiscutible de la cepa del sonido más puro de la ciudad en donde había nacido, y que de manera no deliberada lo convertiría en unos de sus más destacados embajadores artísticos.
Fue sesenta años antes de la catástrofe generada por Katrina que el músico Dave Bartholomew, también nativo de New Orleans, prominente trompetista y productor que despuntaba en prácticamente todos los estilos musicales que dominaban la escena de aquellos años (swing, R&B, rock and roll, jazz, big band, Dixieland), y el mismo que más tarde co-escribiría muchos de los grandes éxitos de Fats Domino, quien presentó a Toussaint, por entonces un prometedor joven pianista de diecisiete años, ante su selecto grupo de músicos amigos. El resto es historia. Con el correr de los años, Toussaint pasaría a convertirse en una figura central de la escena del rhythm and blues más original y llamativo de la música popular norteamericana (encabezando la lista junto a artistas de la misma talla y procedencia como Professor Longhair, Dr. John, Huey Smith o el mismísimo Domino), y una de las grandes fuerzas en darle forma a la música de la segunda mitad del siglo veinte de ese país. “Músico de músicos”, ya a comienzos de la década del ’60, Toussaint era considerado una auténtica máquina de generar éxitos en su labor simultánea de compositor, productor y arreglador para los sellos de la ciudad Instant y Minit Records, y sus trabajos junto a artistas como Benny Spellman (quien grabaría Fortune Teller, luego versionada por los Rolling Stones, los Hollies o The Who, entre otros), Art Neville o Irma Thomas (la “Reina del Soul de New Orleans”, con Ruler of My Heart), Bonnie Raitt y Boz Scaggs (con What Do You Want the Girl to Do?), Devo (quienes grabaron Working in a Coal Mine), Robert Palmer (con Sneaking Sally Thru the Alley), Labelle (y la maravillosa Lady Marmalade), Warren Zevon (con A Certain Girl), Herb Alpert, Otis Redding, The Meters, Paul Simon, Sam and Dave, Little Feat, Johnny Winter, Bo Diddley, Jerry Garcia, Joe Cocker, The Band, Paul McCartney & Wings o los Yardbirds, entre tantos otros nombres, dejarían bien en claro su impresionante labor artística de antemano.
La casa de Toussaint en la vecindad de Gert Town se había tornado una especie de sala de ensayos permanente en la que generación tras generación de músicos se juntaba a escribir y ensayar canciones a lo largo de sesiones que podían durar días completos, y de las cuales emergieron muchos de los clásicos del R&B americano (y su característico sabor a New Orleans), que lograron que las canciones de Toussaint perduren a través de los años como verdaderas joyas de colección.


Pero no fue hasta el año 2009 que (así como en su momento el río inspiró a Faulkner, a Mark Twain o a Melville, o a una dinastía interminable de canciones y películas), Toussaint crearía The Bright Mississippi, uno de los mejores trabajos de su carrera, donde interpretó canciones de Sidney Bechet, Duke Ellington, Jelly Roll Morton, Django Reinhardt, Thelonious Monk y Billy Strayhorn, y que acabó siendo la mejor de las terapias para exorcisar el trance tras el trauma que había dejado el paso del huracán. “Terminó siendo una especie de bendición para muchos de nosotros, especialmente para mí”, declaró Toussaint sobre el desastre que había asolado a la ciudad cuatro años antes. “Hizo que tengamos que flexionar nuevos músculos. Vivíamos nuestras vidas en New Orleans tranquilamente, y en un lugar tan confortable. Pero llegó Katrina y nos llevó a intentar otras cosas, a irnos por un tiempo. Al haber tenido que emigrar a New York, terminé estando justo en el medio de donde estaban ocurriendo muchas cosas, donde sucedía todo. Eso trajo aparejado algunas colaboraciones que resultaron ser muy saludables para mí. Hasta comencé a presentarme en vivo más regularmente, lo que era muy inusual, pero también muy gratificante” Tras su ingreso en el Salón de la Fama del Rock en 1998, Toussaint logró una suerte de redescubrimiento de su obra (sobre todo para las nuevas generaciones) de la mano de su asociación con Elvis Costello y su disco en conjunto The River In Reverse, editado en 2006, y que le valió un premio Grammy. La noticia de su muerte a los 77 años de edad tras un ataque de corazón luego de ofrecer un concierto en Madrid el pasado 9 de noviembre sorprendió no sólo a los aficionados que habían asistido al show, sino al mundillo artístico en su totalidad. Un rato antes, en el escenario, Toussaint había recorrido su carrera discográfica con un repertorio de más de una hora y media. Nada hacía presagiar un final tan abrupto y tan lejos de su New Orleans natal, y en la que ya nada podrá arrasar con el legado musical de uno de sus mejores representantes.